Rafael es mi nombre. Nadie me conoce porque vivo en el subsuelo de un local bailable en la zona de Claypole. Vilko es el usurero mas conocido dentro del condado de Smallville en el que Doomsday aniquilo al viejo y conocido Clark Kent mientras se fumaba un puro mirando al pobre diablo agonizar de los dolores de espalda que le causaba la criptonita incrustada en su recto.
Luisa, la profe de matemática que me acompaño toda mi infancia, me contó que un día sonó con un par de números que se le presentaron sin cesar, día a día, a lo largo de toda su existencia. Trato de explicarme y darme razones pero nunca pudo saber lo que verdaderamente pasaba por mi mente cuando supe que su marido tenia problemas urinarios. La falta de sexo, y su virginidad(adquirida luego de no haber tenido relaciones en el plazo máximo de 6 meses, incluyendo besos con su respectivo plazo de 1 mes) le generaron una ulcera en su vejiga que catapulto problemas en la fluidez de su meada.
Gladys, la casera del galpón de Don José, me contó de las andanzas de Vilko y me dio la gracias por compartir mi sueño ya que ella había padecido el mismo pesar dias atras, con la diferencia de que aparecía Chuck Norris y el Teto Medina encuestando gente en la calle con panfletos de la despensa del Gamuza. Me contó también que ella no desenfundaba una Glock sino mas bien el palo de amasar y esas milanesas viejas que le quedaron el día que NO fueron sus nietos porque se carga manso olor a vieja. No me quizo dar información acerca del paradero de Penélope, la chica que he perseguido hace reiterados días y no he tenido respuesta luego de mi insoportable modo de encarar la situación mediante llamados, cartas, emails y telegramas. Solamente menciono lo que paso cuando un día visito la despensa del Gamuza, y es que Penélope, la chica veloz, andaba desacomodando camas por doquier, todas, menos la mía. Eso me dolió y tuve que descargarme jugando a la generala con los viejos del barrio y robarles su dinero.
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